21 de diciembre de 2009

LA ESTÉTICA DEL ANTI-PODER grupo escombros, argentina



El Poder se alimenta del cadáver de la esperanza.

Se retiene lo que se conquista, se pierde lo que se negocia.

El Poder jamás negocia. Simula hacerlo.

El Poder construye el mundo a su imagen y semejanza: una cárcel sin principio ni fin.

No hay oscuridad que resista la luz de la conciencia.

Para el Poder la vida es descartable.

Pensar es luchar; pensar correctamente es vencer.

La estrategia del dominador es dividir al dominado. El costo de la división es la autodestrucción.

El Poder también tiene miedo: le teme a la conciencia del sometido.

El dominado es siempre un exiliado. Aunque viva en el lugar donde nació.

Para cambiar la historia hay que decir NO.

Los pueblos son, para el Poder, simple mercancía. Los compran y los venden, los conservan y los eliminan, según su propia conveniencia.

El sometido que duerme no despierta más.

Para el Poder, el negocio más redituable es la esclavitud, condición inhumana que nunca fue abolida.

El precio de la distracción es la pérdida de la libertad.

El dominado no llora al caído. Lo reemplaza.

El aliado puede dejar de serlo. El enemigo no.

El Poder es una máquina de matar. ¿Cómo se mata una máquina? Encontrar la respuesta a esta pregunta debe ser la obsesión del dominado.

La espada de la lucidez corta la piedra.

Las máscaras del Poder: el camino único; el destino manifiesto; la revolución conservadora; la guerra preventiva; el eje del Mal; la libertad infinita.

Para vencer, transparentar.

El Poder es un asesino serial.

Cuando el dominado adquiere las maneras del dominador, se suicida.

El hambre es un crimen.

La gran victoria del Poder es hacerle creer al dominado que puede elegir.

La esperanza es la piedra que ninguna gota de agua puede horadar.

El camino hacia la libertad es el más inclemente de los desiertos. Quien decide atravesarlo debe estar dispuesto a morir de hambre y sed.

El máximo objetivo del Poder es quitarle al dominado su condición humana.

Para sobrevivir el dominado debe dormir con los ojos abiertos.

Hacer del cazador la presa.

El lenguaje es el arma letal del Poder.

La guerra no tiene fin.

Cada vez que el dominado piensa el Poder tiembla.

El dominado, aunque carece de todo, deja al futuro la herencia más valiosa: su implacable voluntad de sobrevivir.

El Poder lo quiere todo a cambio de nada. Promete, sabiendo de antemano que no cumplirá.

El Poder premia a la crueldad con más poder.

Para el Poder la crueldad no es solo una necesidad; también es un placer. El espectáculo de la muerte masiva es su "divertimento" favorito.

El dominado deja de serlo cuando admite, como una verdad irrefutable, que todo es posible.

El dominado, como el exorcista, posee una palabra para expulsar al demonio del Poder: UNIDAD.

No importa que las derrotas sean tantas como granos de arena tiene el desierto. Hay que seguir caminando hasta llegar al oasis. Basta que beba uno para calmar la sed de todos.

El Poder no olvida ni perdona.

Para el sometido no hay libertad duradera, ni Desfile de la Victoria, ni entrada triunfal. Su vida es una batalla que solo termina con la muerte.

El dominador se alimenta de las pesadillas del dominado.

La identidad mata al dominador.

El Poder siempre dice lo contrario de lo que piensa y hace.

La regla del Poder es no tener reglas.

En el corazón del sometido la resignación tiene prohibida la entrada.

La flexibilidad laboral es la forma más sofisticada de la esclavitud.

El Poder más despiadado es invisible.

La frase "El mundo es así" es una falacia. La usan los poderosos para no decir "El mundo es así de cruel porque nosotros queremos que lo sea".

Derrotar al miedo es destruir al Poder.

Venceremos porque somos invencibles.-