Aspiro vestigios de mi reino hundido,
mendigando pedazos de telas gastadas por años equívocos,
sueños gastados en camas y sabanas que dibujan aun tu sombra,
niños asustados mirándonos tras la venda del fruto prohibido,
copas destruidas por ambiguos recuerdos gastados de colillas y mojados papelillos, cigarrillos cansados,
nicotinas asesinas de mis respiraciones inconfundibles,
madrugadas eternas y gigantescos faros noctámbulos.
Revienta mi garganta con sus ahogadas lágrimas de pechos de acero fundido,
pechos gigantescos de perdones y cariños que sujetan las esculturas de tu tiempo perdido,
perdido tiempo de escombros y árboles derribados por el sin sentido,
manos ajenas y pequeños recuerdos que comparto contigo.