10 de abril de 2015

Monologo predecido.

Tengo algunos candados que explotan de angustias cuando su llave eminentemente llega para alejarlos de sus cadenas saturadas de oxido en el infinito periódico del fondo de los recuerdos muchas veces camuflados entre texturas y humos nocturnos bajo postes de olvido. Tengo lluvias que acompañan mis historias vigilantes en la premisa unica del existir entre fantasmas y moscas acechantes a la materia viva del recuerdo sin norte, sin bitácora escrita entre tanta agitación clandestina y prófuga de la existencia vagabunda del cansancio humano con tanta energía miserable. Tengo embotelladas acciones sedientas de olvido cruzando una avenida interminable en mi paisaje campestre que arma el mundo inexistente con olores y panes humeantes a modo de concierto y orquestas gritando por el deseo de transformarse en un monologo trágico y auto referente de quien expone su desnudes, torturando la individualidad y baúl con tesoros de tristeza. La vida se reduce a un clavo martillado muchos años que soportan la vida y su peso vivencial acumulado entre tantas aventuras sin tiempo ni lugar. El sur misterioso del fin de la racionalidad abrumadora de la rutina que desgasta perspectivas de continuidades vacías. Tengo abrigos que sufren de deseos solidarios y sujetan estrellas milenarias a mis extraviados ojos que se nublan con la alineación lumínica del recorrido desatado por la carrera imaginaria del creado presente instantáneo como los recuerdos. Tengo astros que tiritan cada noche de mi vida, con su anillo al cuello y su cadena cargadas con relojes derritiéndose.