26 de septiembre de 2008

Buscadores de sueños



Ojos agitados,
cansados buscadores de sueños espantan al mundo que maldigo,
camisetas cansadas de cubrir el manto oscuro con el rostro sagrado.

Dioses malditos,
arquitecturas clandestinas de existencias vacías,
casas manchadas con el sin sentido,
basura de verdades mendigadas como pan espantoso.

Hay sueños ausentes en mi cabeza desaparecida hace miles de años,
antes que esas llaves abrieran mi corazón de acero,
caminos perdidos,
faros noctámbulos de vergüenza,
siluetas asustadas como putas rabiosas de la Calle San Isidro.

Escarbo entre los años asustados,
cajones de recuerdos,
madera fatigada de atardeceres que no existieron,
cambiados, sumergidos en las profundidades de la infinito.

Asustada memoria olvidada,
obstinada con arrepentimientos espectrales que giran y se desvanecen ,
aguas atormentadas y cabeza escondida,
esquizofrenia del mundo enloquecido
desaparece y no tu dejes vestigio.

2 de septiembre de 2008

Veinte y siete


Mi habitación clandestina,
ojos asustados buscan palabras,
fantasías inconclusas en tus ojos ausentes este día de los veinte y siete recuerdos.

Tiritan mis manos,
tirita mi cuerpo que anda como buscando algo,
desesperado,
precipitado al abismo acumulable de mis noches transparentes.

Cuerpo cansado,
manos machacadas con las culpas y el deseo,
velador oculto de mi intimidad fatigada,
de mis silencios personales.

Noches eternas en licores absurdos, papelillos mojados con la sangre eterna de seres vacíos como sus copas negras, cruces de espanto, fatigadas con alucinaciones putrefactas.
Barcos perdidos en medio de la nada, inmensidad asustada, acorralada por el sin sentido de mis pasos silenciosos.

Te busco y no estas entre estas melancólicas paredes que ocultan mi desierto,
destellos de resignación e imaginación con olores a bosques desaparecidos en mis manos fatigadas,
respiración esquizofrenica, dientes apretados como el candado institucional de mi corazón en tinieblas.

Quisiera poder hoy plantar el árbol de la comprensión,
lágrimas que inundan ciudades invisibles y sus casas invisibles,
corazones ennegrecidos y almas miserables.



(Perseguidos fantasmas de mi memoria, mis vigilantes os buscan.)